Los habrás visto de forma habitual en muchos de nuestros platos, de diferentes formas y con sabores muy particulares. Son los germinados. Se conocen también como brotes, y no son ni más ni menos que las semillas germinadas y vivas de diferentes tipos de plantas. El uso más habitual en la cocina es el decorativo. Pero no sólo sirven para dar un toque especial en los platos sino también como alimento ya que crudos poseen un gran valor nutricional contando con mayor proporción de minerales, vitaminas y enzimas que las semillas secas o cocidas.
Dentro de los germinados comestibles los hay de varios tipos. Los más habituales son de legumbres, verduras, cereales y oleaginosas. Los más conocidos podrían ser los brotes de soja. Pero no todas las semillas son seguras para obtener de ellas brotes comestibles. Es el caso de la judía roja.
El cultivo de los germinados es relativamente sencillo y lo puedes hacer incluso en tu cocina. Basta con poner a remojo las semillas durante unas 6 horas. Tras ello se sacan del agua y se colocan en un germinador (un recipiente enrejado con fondo para el agua) en un lugar cálido y con poco contacto con la luz. El fondo del geminador siempre debe contener agua en contacto con las raíces de los brotes. Tras unos pocos días y cuando nuestros brotes tengan una altura de unos 2 cm de alto, pondremos el recipiente en un lugar más luminoso para que vayan cogiendo un color más verdoso y vivo. Una vez obtenida nuestra pequeña cosecha podremos guardarla perfectamente en la nevera para su uso posterior durante al menos una semana.
A la hora de utilizarlos en la cocina tan solo tendrás que lavarlos adecuadamente y quitarles las raíces si lo deseas. Tras ello decora tu plato como más te guste.
¿Te animas a cultivar tú mismo y a usar en tus platos los germinados?